Una de las frases que más escuché durante mi duelo fue:
“la elección de tu ex no dice nada sobre tu valor”.
Y aunque suena consolador, con el tiempo descubrí que no podía evitar cuestionar qué significa realmente el “valor personal” cuando somos rechazados. Concretamente, me han mencionado el valor esencial que yo tengo, algo que es valioso de forma inherente, como humano, como ser único, como algo independiente a la mirada o juicio del otro.
Recuerdo replicar en más de alguna ocasión que yo separaría:
mi valor “esencial” como ser humano, mi dignidad y derecho a amarme en mi singularidad.
mi valor “circunstancial”, aquello por lo que me valoran los demás en la práctica. Este valor es un valor relativo pero eso no lo hace menos valioso, valga la redundancia. El ámbito de las relaciones es un mundo muy importante para los seres humanos, por lo que se podría decir que el valor relativo propio de las relaciones es esencial en tanto la inherencia de nuestro “yo relacional”.
El valor esencial es como las raíces de un árbol: ocultas, profundas, sosteniendo todo, incluso cuando no las vemos. Pero el valor circunstancial es el tronco, las ramas y las hojas: lo que las estaciones cambian, lo que mostramos al mundo y lo que, en última instancia, define si alguien decide quedarse bajo nuestra sombra
1. Querer ser la mejor elección
Realmente me considero una persona muy competitiva, que se compara y ello me motiva a ser mejor en todas las dimensiones. Con el tiempo y la edad he aceptado muchas limitaciones pero no he dejado de reconocer e intentar aumentar mi valor en aspectos específicos de mi “ser”, y ello tanto por motivaciones puramente personales como por comparaciones y motivaciones sociales, que es lo que quiero reivindicar en el escrito de hoy.
Y es que en una entrevista de trabajo yo querré ser el mejor por tener los méritos relevantes para el entrevistador. Es lo que marcará la diferencia a nivel práctico: ser contratado, que es lo que quiero. Es por ello que si quiero que me contraten como piloto de aviación seguramente sea relevante las horas de vuelo, incidencias, evaluaciones en la academia, idiomas, etc.
Volviendo a las relaciones de pareja, yo puedo no ser elegido porque la otra persona siente que otra persona se adapta mejor a su forma de ser. Puedo no ser la mejor opción de la otra persona. Entiendo que eso depende de los criterios, valores, preferencias y momento de la otra persona. En mi caso yo creo que mi ex y yo evolucionamos de formas muy diferentes. Desde esta perspectiva entiendo que ella pueda preferir otras personas con otras cualidades.
2. Chequeando nuestra vulnerabilidad ante el rechazo
Sin embargo, esta búsqueda de ser la mejor opción no está exenta de heridas. Porque cuando no somos elegidos, el rechazo toca puntos vulnerables de nuestro ser. ¿Dónde lo sentimos realmente? ¿En lo esencial o en lo circunstancial?
Por ello es importante explorar cada caso y ver a qué nivel sentimos “la herida del rechazo”:
Como que algo esencial en nosotros no está bien. Nos sentimos defectuosos, sin ningún valor. Suele relacionarse con experiencias en el pasado que no fueron procesadas de una forma realista y constructiva.
Como que no somos la elección según las preferencias de la otra persona (lo cual dice de la otra persona especialmente). Siempre habrán personas mejores que yo (en las diferentes dimensiones de mi ser y en total) y/o personas que valoren algo diferente a lo que mi “yo circunstancial” parece ofrecer.
3. La basura del amor incondicional
Lo siento pero este tema me toca mucho las pelotas. En la práctica de las relaciones interpersonales están en juego cualidades propias que son relevantes en el contexto social donde vivimos la vida. Yo quiero que me elijan las personas que quiero que me elijan y eso no es incondicional por mi esencia. Puedes amar incondicionalmente una persona pero, por ejemplo, elegirla como pareja es una decisión condicional. No creo que sea una estrategia práctica pensar que sí me amarán porque soy un ser humano merecedor de amor. Me parece una mierda bien grande, sobre todo si eso lleva al conformismo de cualidades que podrían mejorarse con esfuerzo o a no considerar que pueden dejar de elegirnos si nos volvemos gilipollas.
Es cierto que creo sano que me elijan por lo que soy (y no por algo que finja, como se hace por ejemplo en apps de ligar, redes sociales o en otros contextos sociales), pero no es lo mismo que el amor incondicional. Lo que soy supone lo “circunstancial” por lo que la realidad es que aumentaré las probabilidades de ser elegido (racional o intuitivamente) por una mujer que encuentre en mí un mejor perfil que otros hombres.
Así pues, ser competitivo (y esforzarse por mejorar) es adaptativo en un mundo donde las personas seleccionamos entre opciones.
4. Amar lo diferente
Por otro lado, una compañera de vida, con quien construyes, profundizas y proyectas, puede cambiar mucho y tampoco debería ser imposible continuar el vínculo. El amor también es comunicación, aceptación de las diferencias y manejo de los inevitables conflictos y desacuerdos. Honestamente, yo quiero apostar por esta postura flexible donde las personas no tienen que encajar perfectamente.
Es cierto que pienso que hay unos mínimos de compatibilidad y sobre ello pienso mucho para una futura relación de pareja, pero luego pienso que la vida es cambio y profundizar en un vínculo supondrá ese saber conciliar lo diferente.
Supongo que la clave será tener la valentía y sabiduría de reconocer cuándo las diferencias serán insostenibles y quizás simplemente aceptar el fin de la relación sea lo mejor, por muy doloroso que sea.
5. Amar idealizando
Otra cosa que me han dicho bastante es que en futuras relaciones habré aprendido a no ser tan apegado para no volver a enamorarme idealizando. Yo a mi ex la llamaba el “amor de mis vidas”. Mayor idealización es imposible. Sin embargo, no pienso renunciar a “fliparme” en el amor. Siempre he idealizado el amor y me gusta ser así. Puede que el sufrimiento de la ruptura vuelva a ser inimaginable, pero el sufrimiento es bienvenido para mí, pues siempre ha traído consigo, de alguna manera, los mayores tesoros de mi vida.
"Hay que aceptar que todo amor es un riesgo. Y amar es también perder." – Rilke.
Como siempre, este post es mejor leerlo dentro de Substack pues está escrito desde las entrañas, sin revisar demasiado, y lo iré mejorando en los próximos días. Mañana tengo exámenes de un máster que estoy realizando pero cierta información me sumió ayer en una crisis profunda. Ayer estuve todo el día llorando y hoy he querido escribir lo anterior para dar una tímida salida constructiva y lingüística a lo que no puede ser expresado, sino solamente sentido. Como me decía un amigo, ahora toca bajar al infierno, mi segunda residencia. A ver qué tesoros me traerá esta vez.
Justo iba a mirar sobre Rilke porque estoy leyendo un libro que no para de mencionarlo... Flipar en el amor hace que sientas más y para eso estamos. Te voy a decir mi percepción y espero que no te moleste. Te veo un coco, un investigador nato, soñador, ese eje bien integrado. En la pareja en mi caso intento tb integrar su eje, el flipar y el ser práctico. La soberanía, el poder personal, ahí no hay dudas... Veo una maestría en este tema y por supuesto primero es a través del sufrimiento, sufres tanto que te vas a lo racional y subes tu autoestima integrando todo en ti ,lo que te gusta y lo que no, te vuelves maestro poderoso y se percibe...jeje
Gracias Cristina….bendito sufrimiento si se sabe usar para conectar con lo valioso de la vida.